Fin de semana lunar con Charles Duke (I). LA EMOCIÓN DE LOS APOLLO XI y XIII
“El espacio es enfermedad y peligro, envuelto en oscuridad y silencio”. Esta frase pronunciada en una de las sagas galácticas cinematográficas más celebrada, podría haber sido dicha en realidad por un astronauta de la NASA para definir lo que supuso el viaje a la luna.
Charles Moss Duke (Charlie) fue piloto de la misión lunar Apollo XVI, que en abril de 1972, se posó en la superficie de la Luna. Fue la penúltima ocasión que una nave tripulada ha alunizado en nuestro satélite natural. Recientemente ha estado en Madrid invitado por la exposición que, en colaboración con NASA, organizan en la Casa de Campo varias agencias y empresas norteamericanas.
En su conferencia, ante un expectante público, compuesto por estudiantes, profesores universitarios, físicos, geólogos, aficionados y curiosos, llegados de varias provincias de España, Duke contó sus experiencias tras haber participado en 5 de las 7 misiones Apollo que tuvieron por objetivo poner a un ser humano en la luna. Duke fue la voz que guió a Neil Armstrong y Edwin Aldrin en el modulo de descenso del Apollo XI hasta la brillante superficie de la luna, cuando apenas les quedaban unos segundos de combustible, desde el centro de mando de comunicaciones de Houston; pilotó el Apollo XVI y fue tripulante suplente de la fallida, y también cinematográfica, Apollo XIII.
“Todos en Houston estábamos callados y pálidos como muertos”, recuerda el astronauta. “El minuto previo al aterrizaje del Apollo XI fue muy intenso porque la nave estaba aterrizando en un lugar donde no estaba previsto y sólo les quedaba combustible para un minuto más, así que el minuto final de la misión fue muy, muy tenso”.
Cuando faltaba un minuto para que se agotara el combustible Duke anunció que quedaban 60 segundos. Treinta segundos más tarde repitió la frase: -“Águila 30 segundos”. En esos momentos de incertidumbre, la única palabra que llegó a Houston como respuesta fue un lacónico “copy” (recibido).
Armstrong y Aldrin se quedaban sin combustible cada segundo que pasaba y cuando el reloj de Charles Duke estaba apunto de confirmar que habían pasado otros 30 segundos y habría que abortar la misión, se pudo escuchar la voz de “Buzz” Aldrin anunciando: -“Contacto”. En ese mismo momento, Duke ordenaba parar motores y hubo un minuto de pausa.
Unos segundos más tarde, en el centro de mando de comunicaciones se escuchó la voz del comandante Armstrong confirmar que habían llegado a la superficie con una frase que tendría menos relevancia en la historia que la que pronunciaría poco después: “Houston aquí base Tranquilidad. El Águila ha aterrizado”. Duke asegura que se puso tan nervioso que “fui incapaz de repetir tranquilidad y dije trancuilidad. Sólo esperaba que la nave hubiera aterrizado boca arriba”.
En aquellos dramáticos momentos, la responsabilidad de la transmisión de los datos hasta Houston recayó en la estación de seguimiento de Fresnedillas de la Oliva, a la que los norteamericanos siempre se refirieron como estación de Madrid, que junto el Observatorio Parkes en Australia y Goldstone en Estados Unidos, aseguraban la cobertura con el Apollo XI.

Luis Ruiz de Gopegui. Credit:http://www.gopegui.com/
Luis Ruiz de Gopegui era entonces el director de la estación, y afirma que la cantidad ingente de trabajo de aquellos días no les dejó disfrutar del momento del alunizaje.
“No éramos espectadores de televisión que estaban delante con una botella de cerveza, sino que estábamos liados en la vorágine de que la estación, que era enormemente complicada, funcionara lo mejor posible. No se trataba exclusivamente de la voz de los astronautas. Teníamos que retransmitir los datos de seguimiento de la nave, la aceleración, la velocidad, el punto en el que se encontraba en el espacio. Teníamos que retransmitir los datos biomédicos de los astronautas que nos llegaban desde la nave. Recibíamos 8 datos de cada astronauta. Toda la telemetría, cuanto combustible quedaba, la temperatura del modulo, la exterior, la interior… Vamos que no pudimos disfrutar del momento. Yo particularmente no me di cuenta de la trascendencia histórica del momento con los miedos, con los apuros, con los nervios, haber dormido mal… Eso lo comprendes ahora 40 años después… te dices, ¡caray! ¡Estuve en el momento histórico más importante del siglo XX!”
Apollo XIII
“Yo fui piloto suplente en aquella misión”. La idea de que hubiera dos tripulaciones, una de ellas suplente, era prever que si alguno de los miembros de la tripulación elegida para la misión sufría algún accidente o enfermedad, pudiera ser remplazado por otro compañero de la tripulación de reserva. Lo que ocurrió sin embargo, fue que quien enfermó, de sarampión, fue Charles Duke, uno de los reservas. “Los médicos de la NASA no se lo podían creer y me decían que eso lo cogían los niños no los astronautas”.
Afortunadamente todos los demás miembros de la misión habían tenido el sarampión antes, excepto T.K. Manthingli, que tuvo que ser sustituido por Jack Swigert, para prevenir que la enfermedad le atacara en el espacio, y la nueva tripulación partió para la luna. Duke relató con seriedad en el rostro como 55 horas más tarde, escuchó desde la nave otra famosa frase: Houston tenemos un problema. “Desde ese momento sabíamos que el problema era muy grave. Se quedarían sin oxigeno y sin electricidad antes de que les diera tiempo a regresar”.
El sustituido Manthingli haría realidad el sueño de viajar a la luna, junto con el propio Duke, el causante involuntario de su sustitución, y John Young en el Apollo XVI.
“El despegue de las capsulas Apollo se realizaba a ciegas. Subidos en los alto de un cohete Saturno V de 110 metros de alto, la capsula espacial estaba protegida por el cono superior del cohete y las ventanas del módulo cerradas”.
Con combustible, el cohete pesa 3 millones de kilos. La aceleración era muy lenta cuando la nave despegaba, pero la vibración dentro de la nave era muy intensa. Duke recuerda el momento con emoción y asegura que a la vuelta, el médico de la misión le dijo que había llegado a las 144 pulsaciones por minuto. El comandante apenas alcanzó las 70.
De las características físicas y psicológicas de aquellos hombres habla otro dato. De los 50 hombres seleccionados en 1966 para formar parte del programa de entrenamiento de pilotos de la NASA sólo doce pusieron el pie en nuestro satélite.
MAÑANA NUEVA ENTREGA: «La Luna, el desierto de los desiertos». Sólo en Activatuneurona
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