Conocimiento sin barba. Mujeres de ciencia
Si preguntamos por el nombre de un científico, es posible que el primero que nos venga a la cabeza sea Albert Einstein, y quizá, con suerte, algún otro. Si hacemos la misma pregunta pidiendo el nombre de una científica, probablemente pensemos en Marie Curie, y en ninguna otra. Y no es porque no existan más ejemplos de mujeres científicas. Mª José Casado Ruiz de Loizaga, licenciada en ciencias de la comunicación y en historia moderna y contemporánea, impartió la semana pasada una conferencia titulada “Las damas de laboratorio. La ciencia sin barba”, en la que repasó brevemente la vida de una decena de mujeres del pasado, cuyas aportaciones a la ciencia fueron fundamentales en campos tan variados como la astronomía, la física, la química o las matemáticas.
“Las mujeres científicas del pasado tenían algo en común. No eran ratones de biblioteca, sino que estaban implicadas en la vida social de su tiempo, y algunas de ellas estaban relacionadas con personajes masculinos de la aristocracia. Disponían de recursos para estudiar o de bibliotecas y mostraban afición por la ciencia”.
Así comenzó Casado un viaje por la historia en el que conocimos que hoy como ayer, algunas mujeres además de dedicarse a la ciencia, llevaban la carga de criar a seis hijos, como Mary Somerville, quien tradujo al inglés, “La Mecánica Celeste” de Laplace en el año 1831. Su libro se tituló “El Mecanismo de los Cielos”.
En sentido contrario, Emilie de Chatelet, (marquesa de Châtelet) trajo al continente los “Principia Mathemática” de Newton, y se disfrazó de hombre para entrar en el café “Gradot” donde se desarrollaban algunas de las tertulias científicas más interesantes de su época.
Si de Chatelet tuvo que caracterizarse como un personaje masculino, a Sonia Kovalévskaya le tocó salir de Rusia, y tras pedir unos permisos especiales, superar una especie de prueba de selectividad para acceder a la universidad como mujer. Karl Weierstrass, profesor con el que ella quería aprender, le impuso resolver cinco problemas para aceptarla como alumna.
“Weierstrass estaba muy lejos de querer admitir a una mujer como alumna, pero Sonia le perseguía implacablemente. Un día le dijo: Toma cinco problemas y cuando los resuelvas, hablamos. No fue un obstáculo para Sonia, que se los llevó inmediatamente resueltos y un Weierstrass derrotado tuvo que admitir como alumna, a la que con posterioridad sería la primera doctora en matemáticas de Europa”.
Otros científicos (hombres) se aprovecharon del trabajo de sus “partenaires”. Lise Meitner, judía y mujer, en plena Segunda Guerra Mundial, vio como Otto Hahn ganaba el Nobel de química en 1944 tras publicar su trabajo conjunto sobre la fisión nuclear. Rosalind Franklin no pudo vivir algo parecido porque había muerto unos años antes de que Francis Crick, James Watson y Maurice Wilkins ganaran en suyo en Medicina “por sus descubrimientos concernientes a la estructura molecular de los ácidos nucleicos”. Fue sin embargo Franklin quien obtuvo la primera fotografía de la estructura de la doble hélice de ADN.
A Marie Curie sí se le reconocieron dos premios Nobel, pero el primero de ellos, el de física en 1903, sólo porque su marido no aceptó recibirlo en solitario, dado que el peso de la investigación lo había llevado ella. No por casualidad, acabó su vida prácticamente ciega.
Mary Leakey quien no contaba al principio de su carrera con formación científica, aunque había aprendido a dibujar magníficamente y tenía una gran afición por la arqueología, tuvo más suerte, al contar con la ayuda y el aprecio de su marido. Descubrió las huellas del Laetoli. El primer homínido bípedo, que caminó por África hace 3,8 millones de años.
Tal llegó a ser la incorporación de la mujer a la ciencia, que en un momento llegó a hablarse del “Efecto harén” o del “Harén de Pickering”. Edward Pikering tenía con él trabajando a varias mujeres astrónomas, según la conferenciante, por su paciencia y sentido de la observación.
Hoy en día, el llamado “techo de cristal”, sigue suponiendo en la práctica, que las mujeres no acceden a cargos directivos dentro de sus instituciones. En este sentido, que la presidenta del Massachusetts Institute of Technology (MIT) haya sido durante bastantes años una mujer, Susan Hockfield, no deja ser noticia, es decir, algo excepcional, dado que según los datos aportados por Mª José Casado, las mujeres representan el 35% de las personas dedicadas a la investigación, y sólo el 5% alcanza el grado de catedrática.
El ciclo Mujeres en la Ciencia, está organizado por la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco y el Ayuntamiento de Bilbao, y se desarrolla en la Biblioteca de Bidebarrieta, los jueves a las 19:30 horas hasta el próximo 28 de noviembre.
Para saber más de la contribución de otras mujeres a la ciencia.
Sobre Emilie de Chatelet.
Sobre Sonia Kovalévskaya.

Edward Pikering y las mujeres con las que trabajó. Credit: http://henrietta.iaa.es/el-har%C3%A9n-de-pickering-williamina-fleming