Ha llegado la era de los hombres. El Antropoceno
Científicos de todo el mundo han hallado pruebas, en los registros geológicos, de que la Tierra está cambiando como consecuencia directa de la acción del ser humano. La huella humana en los sedimentos que se están acumulando en nuestro planeta es tan evidente que un equipo internacional trabaja en la elaboración de un informe, que se discutirá en 2016, para cambiar el nombre de la etapa geológica en la que nos encontramos. El límite inferior de la nueva era, el Antropoceno, sería consecuencia directa de las explosiones nucleares a partir de 1945. Entrevistamos a Alejandro Cearreta, miembro de la comisión internacional sobre Antropoceno, profesor de micropaleontología y responsable del Máster de Cuaternario, cambios ambientales y huella humana de la universidad del País Vasco.
La ciencia de la geología, a la que a menudo se suele tachar de inmovilista, está removiendo los cimientos de su propia esencia, y de paso las conciencias de todos los seres humanos. Los geólogos están acumulando pruebas que demuestran que el ser humano se ha convertido en el principal agente transformador de la geología de la Tierra. Estamos cambiando el planeta hasta el punto de que un panel internacional está preparando un informe, que se discutirá en un congreso en Sudáfrica en 2016, en el que se propondrá cambiar el nombre del momento geológico en el que nos encontramos. Pasaríamos del Holoceno al Antropoceno.
El término lo acuñó Paul Jozef Crutzen, químico holandés, premio Nobel de química en 1995 por sus investigaciones sobre la formación y descomposición del ozono en la atmósfera.
Crutzen fijó el comienzo del Antropoceno en la invención de la máquina de vapor y la revolución industrial, pero según Alejandro Cearreta, miembro del grupo de trabajo internacional sobre el Antropoceno, esta fecha se enfrenta a un problema importante en geología. “La señal que da inicio y continuidad al Antropoceno tiene que ser una señal global, es decir, planetaria”.
Los investigadores más vinculados con la arqueología, consideran que la huella humana comienza con la progresiva domesticación de otros animales y plantas (neolitización), que dependiendo de en qué lugar del planeta nos fijemos, arrancaría hace unos 6.000 años.
Sin embargo, esta hipótesis, vuelve a toparse con el problema de la globalidad. Cearreta defiende que “el límite inicial tiene que ser reconocido en cualquier sitio del mundo, y cualquiera de esas dos hipótesis iniciales no cumple este requisito, porque hay zonas del planeta que todavía están en pleno neolítico, y eso hace que los miles de años de diferencia no hagan posible una sincronía en todo el planeta. En el caso de la revolución industrial ocurre lo mismo. Hay zonas del planeta, donde a pesar de la globalización, la revolución industrial no ha llegado”.
Cuaternario, humanos y cambio climático
Alejandro Cearreta, explica que dentro de las divisiones del tiempo geológico, el último de los periodos, es el que se denomina cuaternario, “que corresponde con los últimos 2,6 millones de años”.
Este periodo se caracteriza por dos procesos: El primero, según expone, rápidos, intensos y frecuentes cambios climáticos, en los que el planeta oscila entre un mundo invernadero y un mundo frigorífico en pocos años. De hecho, asegura, “se han registrado más de 21 ciclos en los que 90.000 años son de clima frío, con formación de casquetes glaciares en latitudes medias y altas. Y ciclos complementarios de unos 10.000 años, de un mundo invernadero en el que desaparecen los casquetes glaciares anteriores, y en esas latitudes se desarrollan bosques mixtos caducifolios”. Unos cambios que según el paleontólogo Carles Lalueza-Fox, podrían haber modelado el genoma de los Neandertales.
Así, en este momento, estaríamos en la última fase climática cálida, denominada Holoceno, que comenzó hace 11.700 años.
El segundo factor caracterizador del Cuaternario es la aparición de las distintas especies de humanos, que han ido evolucionando con el tiempo, aumentando su capacidad cultural y tecnológica para “aprovecharse del planeta”.
La capacidad tecnológica para transformar nuestro entorno ha dejado una huella en el registro geológico. “Nos hemos convertido en el principal agente de transformación de nuestro mundo. Tenemos una intensidad, una velocidad, una capacidad de transformación, como no se ha visto en otra especie antes en el planeta Y de ahí el nombre de Antropoceno: El tiempo de los humanos, en referencia a que estamos dejando nuestra impronta, nuestra huella, nuestra señal, clarísima en los sedimentos”.

Divisiones del Cuaternario y Antropoceno. Foto: RTVE http://img.irtve.es/imagenes/estamos-antropoceno/1388783421732.jpg
Cesio 137
Uno de los puntos de discusión científica se centra en fijar la fecha de inicio del nuevo periodo. Cearreta defiende que debemos remontarnos a los años 50 del siglo pasado, “porque en ese momento aparece un producto humano artificial, globalmente en todo el planeta, de modo simultáneo. El isótopo radiactivo Cesio 137, que se genera con las explosiones nucleares, o con accidentes como el de Chernóbil”.
Al principio este isótopo apareció en aquellos lugares donde se realizaron pruebas, como Álamo Gordo, en Nuevo Méjico (EE.UU), o en Japón, en las bombardeadas ciudades de Hiroshima y Nagasaki, pero según el científico, tan solo 9 años más tarde, el Cesio 137, podía encontrarse en cualquier rincón del mundo: “El momento en que encontramos residuos de Cesio 137 en todo el planeta, en cualquier sitio de la superficie terrestre, es 1954. Entre el 45 y el 54 se suceden más de 500 explosiones atómicas por parte de las distintas superpotencias, y la cantidad de Cesio 137 es tal, que viaja a través de la estratosfera a todo el planeta, empieza a caer sobre la superficie terrestre y empezamos a encontrarla simultáneamente. El inicio en el registro geológico marca el año 1954”.
Record
Desde ese año, hasta 1963, la presencia de Cesio 137 no deja de subir. “Hay un pico en los sedimentos que también es global. En el año 1963 hay una máxima concentración porque se firma un tratado de prohibición de ensayos nucleares y a partir de ese momento el pico desciende. En algunos sitios del planeta, sobre todo en latitudes altas de Europa, encontramos otro pico, que se corresponde con el año 1986. Ese año, la nube radiactiva de la central de Chernóbil viajó por el centro-norte de Europa, y que en el sur del continente no lo tenemos”.
Aunque la presencia de Cesio 137 cumple con dos condiciones importantes. Una, que es un elemento artificial, generado por la capacidad tecnológica de nuestra especie. Y dos, que su registro es global, no todos los geólogos parecen estar al 100% de acuerdo. Como reconoce Cearreta, “hay colegas geólogos que consideran que la señal humana no es de la suficiente intensidad como para considerar un nuevo tiempo geológico. Entre los que pensamos que sí, tampoco nos ponemos aún de acuerdo en fijar la fecha límite de inicio, así que es una discusión científica abierta, pero el mandato que tenemos en el grupo de trabajo es el de hacer un informe para el año 2016, que se presentará en un congreso geológico en Sudáfrica, y a partir de ahí, comenzará un proceso de discusión de los términos y conceptos que aparecen en ese informe. Hasta ahora la situación de la cuestión está muy abierta, y nuestro mandato es ir cerrándola, a partir de las evidencias científicas y de las publicaciones de otros colegas, a nivel internacional y presentar un informe con la mayor cantidad de evidencias y registros posibles”.

Alejandro Cearreta en un momento de la entrevista en su despacho de la Universidad del País Vasco. Foto: Izaskun Lekuona
Otro de los puntos de discusión no cerrada todavía, es el rango de la nueva división. “Por ahora apuntamos a que sea una época, es decir, una subdivisión dentro del Cuaternario, a la par del Pleistoceno y el Holoceno, épocas en la que está divido el periodo Cuaternario”.
Y a todo esto hay que sumarle el tiempo. En geología es normal hablar de periodos muy largos, y de cambios muy lentos, dos paradigmas que saltan por los aires con el Antropoceno. “Una de las cosas que contamos a los estudiantes en las primeras semanas de clase, de primer curso, es que la unidad de tiempo en geología es el millón de años. Y nosotros medimos los tiempos geológicos y los eventos geológicos en unidades que son del orden del millón de años. Entonces, de repente plantearnos algo que está muy alejado del millón de años. Ya no hablamos de cientos de miles, ni de miles, sino de decenas de años, es algo que geológicamente nos da vértigo, porque no existe ningún precedente”.
Pero también es verdad, que nuestra capacidad como especie para transformar el mundo en el que vivimos es igualmente vertiginosa. De hecho, al tiempo geológico desde los años 50 a la actualidad, se le conoce, desde 2011, en que se publicó una comunicación importante por parte de los miembros del grupo internacional como “la gran aceleración”.
“A partir de 1950, ha habido una gran aceleración en incremento de la población humana, explotación de recursos,…se dispara el consumo de papel, la contaminación de agua, el uso de abonos nitrogenados, etc. El problema es que es un proceso geológico tan rápido que nos obliga a cambiar nuestra mentalidad y nuestra lentitud a la hora de evaluar los procesos, porque somos más rápidos, más intensos, y más globales que cualquier otro proceso geológico que opere ahora mismo en el planeta. No hay ningún otro proceso geológico que nos iguale en esa capacidad de transformación”.
Nuestra autoproclamada capacidad de ser inteligentes, también se pone a prueba en este caso. Preguntado por la posibilidad de hacer que el Antropoceno sea la etapa geológica más corta de la historia de la Tierra, Cearreta asumió esa posibilidad como un reto. “Ese es el desafío que tenemos delante -aseguró- somos nuevos en el planeta como agente geológico y además somos la única especie que puede interrogarse a sí misma sobre lo que estamos haciendo, y sobre quiénes somos y cuál es nuestro papel. Tenemos la capacidad para transformar el planeta, positiva o negativamente, podemos interrogarnos sobre si lo estamos haciendo bien o mal, y podemos redirigir nuestras actuaciones. Yo creo que ese es el punto interesante en este caso, que mientras otras especies han introducido más oxígeno en el planeta, como se hizo en el precámbrico, y no tenían una conciencia moral de lo que estaban haciendo, no se interrogaban sobre qué consecuencias tenían para el planeta, nosotros ni tenemos esa capacidad cognitiva, y ese es el gran desafío, y de ahí los modos de enfocar la política, la economía y las relaciones humanas. Las consecuencias para nuestra especie serán en cualquier caso importantes”.
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- “Esta entrada participa en la XXXIII Edición del Carnaval de Química, cuyo blog anfitrión es La Química en el siglo XXI“.
Excelente artículo, esto cambiará la perspectiva de la Geología
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