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¡La robot de mi marido me pone celosa!

21 mayo, 2014
La actriz Pamela Gidley, interpreta al prototipo de mujer perfecta, en realidad un robot, en Cherry 2000.

La actriz Pamela Gidley, interpreta al prototipo de mujer perfecta, en realidad un robot, en Cherry 2000.

Sentimientos como los celos, el enamoramiento, o al menos la empatía, se están empezando a desarrollar hacia criaturas cibernéticas. Nos gustan los robots sumisos, de aspecto agradable y que demuestren buenas intenciones. Seres artificiales que cada vez son más humanos, no sólo en el aspecto físico, sino fundamentalmente en el psicológico, cuestionan a diario la esencia que nos define como humanos y plantean problemas que van más allá de lo legal. Helena Matute, Catedrática de Psicología Experimental en la Universidad de Deusto, planteó en su reciente conferencia organizada por la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, qué ocurriría si fuéramos capaces de crear un robot tan semejante a un humano que fuera indistinguible. ¿Y si nos solicitara que no lo apagásemos, aunque otro ser humano nos los pidiera? Las respuestas son más sorprendentes de lo esperado.

Pericle Salvini, investigador del Instituto de robótica de la Scuola Superiore Sant’Anna de Pisa, asegura que los robots nacidos de la imaginación de los dibujantes, especialmente de los orientales, no pertenecen ya tanto al reino de la imaginación, como al de la realidad.

La Unión Europea está invirtiendo prioritariamente en el sector de la Robótica asistencial, pensando en la salud y la tercera edad y algunas de las creaciones ya empiezan a prestar servicio en entornos asistenciales controlados, como residencias con tecnología domótica. Según Helena Matute, así es el androide que más nos gusta a los humanos: Sumiso, agradable y que demuestre buenas intenciones.

Los robots están también presentes ya en la medicina. Robots hiperrealistas que reaccionan a las acciones humanas ayudan a entrenar a médicos y odontólogos, y también en la industria. Matute afirmó que “en Japón, uno de cada 25 trabajadores es un robot. Y no debemos pensar que van a realizar siempre tareas repetitivas y monótonas”.

De hecho la NASA, ya está preparando a R2, un robot que desde febrero de 2011 es un miembro más de la dotación de la Estación Espacial Internacional (ISS), para “liberar a la tripulación para trabajos críticos, incluyendo la investigación científica”.

Otro de los robots que ya está probando buenos resultados es NAO que ayuda a interactuar a niños con autismo.

Trabajadores que, de momento, son como más nos gusta: Sumisos, agradables, y con buenas intenciones. No nos interesa un robot que cuestione nuestras decisiones, que sea crítico, incluso mordaz, con los programas de televisión que vemos, que nos haga levantarnos cada mañana para hacer algo que exija esfuerzo, y menos aún uno que nos plantea cuestiones morales o éticas.

Bender, el robot de la serie Futurama

Bender, el robot de la serie Futurama

Pero para dar al robot una cierta flexibilidad de pensamiento, para que no sea una máquina monótona y predecible hay que dotarle de determinadas habilidades, como la capacidad de aprender, relacionarse y la “libertad” de hacer alguna travesura enseñada por los pequeños humanos, como pintar las paredes de casa, que aunque al humano grande puedan cabrearle, no son nada en comparación con las que están programados para realizar aquellos robots creados directamente para matar.

Aquí la ciencia-ficción ya no es sólo ciencia-ficción. Matute aseguró que en las guerras del futuro ya no morirán soldados, sino droides en cuyo desarrollo trabajan desde hace años gobiernos y ejércitos de todo el mundo. Uno de los hitos recientes de la aviación moderna, por ejemplo, no ha sido protagonizado por un ser humano, sino por un drone, capaz de aterrizar de forma completamente autónoma en la cubierta de un portaaviones norteamericano.

Más capacidades, más riesgos

Pero ¿qué ocurriría si la tecnología consiguiese un ser humano artificial absolutamente indistinguible en sus respuestas cognitivas y emocionales de un ser humano orgánico? Aunque el cine se ha ocupado de ello, esta sigue siendo una de las preguntas que lejos de tener una única respuesta clara, engendra nuevas cuestiones, porque a partir de ella podemos preguntarnos como hizo Juan Ignacio Pérez, coordinador de la Cátedra de Cultura Científica “¿Con que derecho se les puede negar la condición de seres humanos, por comparación, por ejemplo, con el ser humano producido a partir de una probeta?”. Matute, en la misma línea, añadió que “si les damos inteligencia, emoción, si les hacemos igual que nosotros, con sentimientos, ¿cómo vamos a tratarles luego como esclavos? Es algo que no deberíamos hacer. Tendremos que darles derechos”.

La discusión está abierta, porque de la misma forma que se aboga por otorgarles derechos, debería tenerse en cuenta que también, como el resto de humanos, deberían estar sometidos a obligaciones, un punto que suele olvidarse u obviarse con demasiada frecuencia y que es especialmente importante si pensamos, como dijo la conferenciante que “no todos los robots nacen vírgenes como los niños. Algunos robots nacen ya con una programación muy maliciosa. Nacen para matar humanos. El problema final, por lo tanto, es quién tiene el control sobre ese robot”.

Rutger Hauer, como Roy Batty y Harrison Ford, como Rick Deckard, en Blade Runner.

Rutger Hauer, como Roy Batty; y Harrison Ford, como Rick Deckard, en Blade Runner.

Todo ello, en el fondo, nos cuestiona sobre cuáles son las esencias del ser humano, sobre qué nos hace ser lo que somos. El viejo lema del Oráculo de Delfos “conócete a ti mismo”, sigue emplazándonos a reflexionar antes de dar los siguientes pasos. Es paradójico que quizá una de las respuestas a porqué hacemos las cosas como las hacemos la encontremos en un libro de hace 1.800 años. Decía el emperador romano Marco Aurelio en sus Meditaciones que:

Con quien te encuentres, inmediatamente hazte estas reflexiones: Éste ¿qué principios tiene respecto al bien y al mal? Porque si acerca del placer y del pensar y de las cosas que producen ambos y acerca de la fama, de la infamia, de la muerte, de la vida, tiene tales principios, no me parecerá en absoluto sorprendente o extraño que proceda así; y recordaré que se ve forzado a obrar de este modo”.

Hoy día enviamos máquinas a lugares remotos y entornos hostiles donde el ser humano no podría sobrevivir, como las inmensidades del espacio, les hemos hecho limpiar los desastres y desechos humanos como en Chernóbil y estamos creando otras que matarán y morirán en los campos de batalla. Si esas máquinas, fueran tan indistinguibles de cualquiera de nosotros que no pudiéramos diferenciarnos, es decir, si fueran humanos, ¿les enviaríamos a hacer esos trabajos?. O dicho de otra forma, ¿irían a hacerlos, por propia voluntad, sabiendo que los otros humanos, los de carne y hueso, no los harían? ¿Por qué tendrían que cargar con la responsabilidad de arreglar lo que nosotros no somos capaces de conservar y cuidar? ¿Tendrían derecho a no acatar nuestras órdenes? ¿Se rebelarán contra sus creadores?

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Las reflexiones sobre estas cuestiones ocupan más espacio del que las rutinas de consumo de textos en Internet sugieren como adecuadas. La cuestión queda abierta ¿Qué opinas? ¿Cuál es tu robot favorito?

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