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“¡Es la magia! ¡Traed matemáticas!”
Parafraseamos a Gruocho Marx en «Los Hermanos Marx En El Oeste» para titular este post porque una no se explica sin la otra, salvo si convenimos en que la magia como tal, existe. Ricardo Grande y Josué Tonelli-Cueto de PIkasle, volvieron a ser los encargados de la presentación en la segunda sesión de PIkasle’s Mathematics, Magic and Mystery Workshop, un evento que se enmarca, como cada mes de abril en el Mathematics Awareness Month. Pedro Alegría tomó el relevo a Juan Carlos Ruiz de Arcaute, que el pasado día 9 de abril fue el protagonista de la primera sesión.
Para la segunda jornada, Pedro Alegría se guardó bajo la manga principios matemáticos como el de Dirichlet, que traducido al lenguaje de los magos podría llamarse el principio del palomar. Básicamente dice que si tenemos 9 huecos y 10 palomas, dos de ellas comparten hueco.
Además de las aplicaciones matemáticas de los palomares, los asistentes pudieron aprender y reflexionar acerca de los códigos correctores de errores, que hoy sirven, entre otras cosas, para facilitar el buen funcionamiento de los ordenadores, basados en la llamada codificación de Hamming.
Adivinación
Los juegos de adivinación, son probablemente los que más llaman la atención de cualquier público que acude a un espectáculo de magia porque, inocentemente, pensamos que las probabilidades de que el mago sea capaz de adivinar nuestra carta después de haber barajado, mezclado, cambiado el orden de los naipes y descartado alguno de ellos varias veces son infinitamente pequeñas, por no decir que es imposible.
Pero dado que la palabra imposible no existe para la magia, Pedro demostró que un buen matemago es capaz, no sólo de adivinar la carta en cuestión, sino que toda la parafernalia de mezclas y desordenes en las que se sumerge al público, que con cada nuevo corte de baraja se encuentra más confundido en las entrañas de un profundo laberinto, no es más que un sucesión controlada de tácticas matemágicas para llegar al punto exacto en el que el mago, exultante, pone cara de saber algo que el espectador ignora. Que la salida de ese laberinto es el as de corazones, y que esa salida es la tercera carta del mazo que los asombrados participantes sostienen en su mano derecha.
Las manos del pianista, el trilero matemático, como anillo al dedo, el truco de Einstein, la mezcla australiana, o el principio de Gilbreath fueron otros de los trucos desarrollados a lo largo de las dos horas de sesión.
Fuera por el cariño que produce paulatinamente la práctica con la baraja, o porque la crisis nos está sumergiendo en un excesivo pensamiento materialista, o simplemente para poder dar envidia a los compañeros de clase que no participaron en las jornada de matemagia, lo cierto es que el único truco que no consiguió la participación de los alumnos fue el llamado “tu media naranja”, porque el maestro mago sugirió que había que romper algunas cartas de la baraja para dar más esplendor al truco.
A pesar de las reticencias de los asistentes, Pedro completó el truco, con su propia baraja, y arrancó los rendidos aplausos del público cuando fue capaz de localizar y juntar las dos mitades de la carta rota tiempo antes.
Para aquellas personas a las que este artículo despierte su instinto de mago, el propio Pedro Alegría explica algunos de los trucos en DIVULGAMAT, web a la que pertenece este enlace que se refiere a algunas de las argucias a las que hacemos referencia en este post.
- Esta entrada participa en la Edición 5.4: Martin Gardner del Carnaval de Matemáticas cuyo anfitrión es Gaussianos
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